Malinalco
Nuestra casa,
recinto de flores,
con rayos de sol en
la ciudad,
México Tenochtitlán
en tiempos antiguos;
lugar bueno,
hermoso,
nuestra morada de
humanos,
nos trajo aquí el
dador de la vida
-Miguel León-Portilla
La primavera se aprecia
cuando las flores nacen en las puntas de las ramas que adornan los senderos que
me llevan al inicio de las escaleras, ellas que con destello que alumbran la
mirada y me dicen que para terminar en el último escalón, necesito primero
inclinarme ante su majestuosidad. Me lo habían asegurado otros corazones, hijos
de esta tierra: “cuando llegues a la cima, sabrás que todo ha valido la pena,
la vista más hermosa se presenta ante tus pies y el ejército de montañas nos
asegura que en nuestro espacio estamos protegidos, el grandioso malinalli nos cubre con sus delicadas
hojas y con ellas elaboramos un zacate del cual podemos sustentarnos. Nuestro
Malinalco es una obra artística de nuestros Dioses.”
Dos horas de camino de
Metepec al Municipio de Malinalco, tan cercano ya del Estado de Morelos, por su
ubicación, su clima es fantástico y reconfortante, es un calientito que nos
esboza los mejores sentimientos al visitarlo. Me muevo por medio de dos
transportes, un autobús que me lleva a Tenancingo y un taxi colectivo que me
deja en el centro del Pueblo Mágico que verdaderamente le hace honor a su categoría.
Las calles empedradas que pisan las llantas de la combi, me indican que me
encuentro cerca de su belleza, las casas y templos construidos desde los siglos
XI, XVII Y XVIII, me insertan en una hermosa atmosfera de una época antigua y
sumamente rica de la historia de México.
Mi primer parada es la
Parroquía del Divino Salvador que resguarda también un ex Convento Agustino
magnífico que con tan solo verlo te enchina la piel, fue establecido en el
siglo XVI, sus estilos platerescos y renacentistas decoran cada rincón del
lugar, los frescos originales plasmados en sus paredes por los Tlacuilos, quienes fueron los pintores
de la época prehispánica hace unos 500 años, siguen prácticamente intactos por
los cuidados que se les han dado de parte no solo de las autoridades sino de su
población, quienes son orgullosos originarios de su tierra.
Continué hasta su zona
arqueológica, fascinante al robarnos un poco de aire desde el inicio de sus
escalones que dirigen hasta ella, bautizada con el nombre de “Cuauhtinchán” el cual significa “Cuauhcalli”
o “Casa de las Águilas”, se edificó en el famoso Cerro de los Ídolos, que por
ello entendemos la adoración de los Dioses antes de la llegada de los
Españoles, fue tallada sobre la propia roca madre del cerro, lo que es capaz de
mantener las mandíbulas caídas de sus visitantes y estudiosos, es comparada con
los Gigantes de Abu Simbel en Egipto y Petra en Jordania, por lo que su
importancia no solo es en el país sino mundialmente. Sus rituales de los
guerreros Águila y Ocelotes, quienes eran la máxima élite en la milicia Mexica,
se escuchan aún a través de los cánticos de las aves que rodean como guardianes
el destino. 400 escalones que evidentemente valen la pena al terminar exhausto,
según el escaso aire de los pulmones.
Al bajar, sus calles
principales invitan a quedarse para admirar la belleza de sus árboles que
parecen pintados a mano por el color desorbitante de sus hojas anaranjadas,
verdes, rosas y moradas. Estar rodeado de ellos es estar inmerso en un carnaval
de lo días más felices del mundo. Un paseo por su mercado que vende de todo,
pan de amasijo, verduras y frutas frescas porque se cultivan en los campos que
rodean el pueblo. Tacos de cecina, de longaniza y sus truchas deliciosas que
hipnotizan con su sabor.
Malinalco por su tamaño
parece que puede recorrerse en un solo día, sin embargo es tanto el calor que
emerge de él, que parece imposible alejarse tan pronto de sus bondades.
Nuestro presente
necesita recordarnos que no somos únicos en el mundo, que debemos admirar,
respetar y preservar la hermosura de nuestra tierra. El valor que le demos a
cada uno de los elementos que conforman un destino, depende de cómo vivamos y
salgamos de este caos.
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