Entre los muros de Toluca
Un cuatro de mayo
caminaba por los Muros de Belfast, esa construcción de concreto que divide
devastadoramente a la población católica y protestante. La riña desde 1968 que
hasta la fecha sigue siendo un asunto sumamente serio. Don Robert, un ex
prisionero que formó parte del Ejército Republicano Irlandés, me compartía sus
días defendiendo lo que él creía que era lo correcto, especialmente a su gente.
Personas heridas, asesinadas y seriamente dañadas, es lo que quedó de aquella
confrontación en donde todos los participantes pueden ser los héroes o los
terroristas, todo dependiendo del lado del muro de donde vengas.
Belfast en Irlanda del
Norte, me penetró fuertemente mi alma, cada paso que di en la ciudad me pedía
detenerme y colapsar, las expresiones que admiré a través de las imágenes
plasmadas en los muros me convertían en un ser sensible. Seamus Heaney recorrió
mi mente con uno de sus poemas sobre el problema social en la ciudad llamado Whatever you say, say nothing del cual
habló Robert Fisk en su más reciente columna en el Independent, recordándome tres palabras de él: “polarization' and
long-standing hate”, es decir: polarización y odio arraigado. Los citadinos de
Belfast han dedicado su tiempo a embellecer de manera artística el lamentable
muro divisorio, pintando con frases de exhortación a una comunidad libre, a una
unión y a la defensa de sus derechos e ideales. Además en ellos se muestran
acontecimientos históricos que han llevado al destino a ser uno de los principales
de Reino Unido. En fin, mi cabeza y corazón se amedrentaron vigorosamente.
Belfast es único y
pensé que no tendría tan cercano una expresión similar en mi ciudad, hasta que
a mitad del año pasado el Gobierno Municipal lanzó una convocatoria a artistas
mexiquenses que quisieran participar en la mejora de la imagen de Toluca,
utilizando espacios perdidos o sin darle un uso apropiado para que crearan
verdaderas obras de arte a través de sus manos y creatividad sobresaliente. A
pesar de no tener el mismo fin y de no padecer una separación entre nuestra
población, las paredes recién pintadas transmiten un formidable encanto que sin
lugar a dudas nos provoca cierto efecto hipnótico cada vez que coincidimos con
uno.
Averigüé su ubicación y
el nombre de los artistas, de lo que obtuve muy poco éxito dado que solo halle
poca información y comencé a esbozar la idea de generar un mapa sobre su
localización, salí a la calle con mi cámara en mano y comencé con los puentes
de Tollocan, específicamente en Avenida Tecnológico en donde encontré un mundo
fascinante de colores que iluminaban más que el sol escondido. Rostros pintados
de gente humilde rodeados de flores anaranjadas, amarillas, verdes y rosas.
Dirigiéndome hacía Pilares en donde dibujos de campesinos sobresalen con una
expresión de esperanza en los ojos, la misma con la que aseguro, los artistas
realizaron sus trabajos.
Un hombre con toques
Zapatistas postrado en la pared de la calle de Juárez me voló la cabeza, el
fondo rojo escarlata, el color de la piel con tonos claro oscuros en azul
marino y negro, unos ojos gigantescos y un corazón similar al sagrado corazón
de Jesús en la frente. Entendí un grito de equidad, de voltear un instante para
ver al prójimo que nos rodea, el campesino, el que lucha y que incansablemente
ha defendido su tierra y su gente. Una niña con un trozo de mazorca en la mano
me atrapó la mirada en la calle Gómez Farías, la piel morena como yo, como
somos identificados los mexicanos y mis amigos los que cultivan y aran la
tierra. Sus pequeñas manos no solo sostenían al maíz sino al país entero y a su
lado una niña oaxaqueña que parecía cargar al mundo en su espalda. Me detuve,
las contemplé y sobre todo, las escuché.
Terminé en Bravo con
una imagen de un muchacho de aspecto ligeramente libre, tratando de atrapar una
estrella o probablemente soltándola para su vuelo, lo mismo que debemos de
hacer cada uno de nosotros al ser habitantes de una urbe maravillosa.
Belfast y Toluca han
expresado sutilmente lo que callan muchos y que es necesario abrir los ojos
algunas veces, para escucharlos, por irónico que se entienda.
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