Toluca con café. Vol. I
Un día de repente, hice una llamada a mi mejor amigo para caminar en uno
de los días más excepcionales de la temporada invernal en Toluca. Le
comenté: ¿hablar sobre los mejores cafés alrededor del centro de la
ciudad? Me parece que, si de algo se caracteriza, es de sus calles que
cuentan casi en todo momento con un lugar para beber café. ¿El clima
será el latente impulsor de los mini empresarios para crear su propia
cafetería? ¿Cuáles serán los mejores cafés de Toluca ahora, considerando
que los primeros fueron instalados por chinos hace más de cincuenta
años? Colgamos, nos vimos en un punto e iniciamos a dar nuestros pasos
para saber la respuesta al menos de una de aquellas preguntas.
Las dos de la tarde nos parecía un horario poco común para
instalarnos en cualquier café, así que hicimos una primera escala en uno
de los restaurantes de comida japonesa más exquisitos de la ciudad, me
atrevo a decirlo. Pasamos por lo menos una hora y media compartiendo
nuestras mejores anécdotas a través de los libros que cada uno estábamos
leyendo. El reloj marcaba ya diez para las cuatro cuando
creímos apropiado emigrar en busca de respuestas derivadas de nuestra
eterna curiosidad.
El primero que se presentó en el camino fue un local que a simple
vista parece diminuto, sin embargo, es todo lo contario al entrar. “La
Pera” se encuentra a menos de tres minutos caminando de la Alameda. Su
característica hogareña provoca sentarte por horas a charlar, sin
embargo, por ser un día nublado con una temperatura de 15°, el área
de las mesas se sentía aún más fría. Un café americano con un churro y
una concha para los dos respectivamente, todo por un precio sumamente
accesible y apreciable de 90 pesos. El servicio, por otra parte, nos
pareció preciso, sin ir más allá de los estándares habituales. La dueña,
al parecer, nos despidió con una sonrisa y un agradable “hasta
luego” que nos insertó un sentimiento de confianza.
Continuamos entonces con nuestra andanza, llegamos a la antigua y
bien reconocida chocolatería “La Gloria”, quienes desde 1876 se dedican a
satisfacer el paladar de los ciudadanos, un chocolate y un churro es
siempre el paquete que a cualquiera rescata de un día frío. Se sirven
también, unos platillos que fueron nombrados con base en las acciones
que tomaban los abuelos y los padres de familia cuando se enojaban con
sus hijos: regañadas y sermones, lo primero es pan blanco relleno de
pollo con mole poblano, digno de despertar el apetito; los segundo por
otro lado, es relleno de pierna de cerdo al horno. Todo el pan se
prepara por supuesto en el sitio y lo tradicional es acompañarlo
con chiles en vinagre y sin dudarlo, de una taza rebosante de chocolate
en agua o leche, el cual la marca solo se encuentra en el restaurante y
he de confesar que es exquisito.
Cargados de una energía fantástica por lo consumido, la languidecía
de nuestros cuerpos causada por el frío se difuminaba, de tal manera
nuestros pies nos llevaron a un café con apenas cinco años de
existencia, “A donde sea”, ubicado en la calle de Bravo casi a la altura
de Morelos. El olor a café nos abrazó fuertemente y culminamos con un
sabrosísimo cappuccino y un frappé de pistacho que por exótico
llama la atención y al probarlo sustenta victorioso su incorporación a
la carta. La crema suave y nada empalagosa, el perfecto sabor del
pistacho y el delicioso y exacto sabor a café, de ese fuerte y delicado a
la vez, hizo en nuestro paladar un baile de sabores carnavalesco. El
personal te recibe con un vaso de agua que agradeces indiscutiblemente y
los precios son justos, sumamente justos por la dimensión de sus
alimentos y bebidas.
Posteriormente, entramos a tres cafés más, los cuales probablemente
describa después, no obstante, comprobamos que el éxito de nuestros
empresarios cafeteros es el clima que, por gracia de Dios, nos permite
disfrutar de un café a las cuatro de la tarde sin tener que esperar de
manera forzada la llegada de la noche.
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