"La lagartera"
De la inspiración de
los paisajes de Veracruz, un Oaxaqueño se decidió a recrear sus evocaciones del
hábitat delicado y pacífico de lagartos, sapos y unos cuantos cangrejos, lo
curioso es que el mexicano con grandes dones sembrados por algún Dios del arte,
lo hizo en el sitio donde Diego Montemayor en 1596 fundó uno de las ciudades más
importantes de la República, ubicada a 1353 kilómetros de distancia de su natal
Juchitán, por supuesto, les hablo de Monterrey, el sitio que es resguardado por
el cerro de la silla y un inmenso cielo que parece eternamente soleado.
Mi admiración por Francisco
Toledo inicia desde hace varios años atrás, su fallecimiento el 5 de septiembre
me invadió de nostalgia, pocos artistas se han entregado con tanto amor por el
arte, Toledo como bien lo dijo Graciela Iturbide, “era como un mago, lo que
tocaba lo hacía maravilloso”. La paciencia, la suavidad y la delicadeza con la
que creaba emite en todo momento una inspiración infinita, sus obras tienen la
capacidad de penetrar profundamente los sentidos, su emoción aún él estando
ausente, es palpable y cala, fuerte y poderoso.
Monterrey, un destino
con una historia extraordinaria, con raíces españolas a las cuales de manera
insoslayable le hace honores en todos los sentidos, con una riqueza cultural y
gastronómica que ha provocado el desplazamiento efusivo de miles de personas
alrededor del mundo. El sitio no solo es conocido por sus cortes de carne de
calidad o su cabrito asado, sino por su fuerte solidez en cuanto a economía,
siendo la tercera ciudad con retención de inversiones. Sus edificios de más de
10 pisos, sus más de 200 agencias automovilísticas, sus constantes y a veces
esporádicos casinos que aparecen sorpresivamente en las avenidas, indican
indudablemente su fortaleza monetaria. No obstante, eso lo ha colocado como una
de las ciudades más visitadas del país, recibiendo a más de 2 millones de
turistas en lo que va del año por su turismo de negocios.
Yo por otro lado, tenía
una ansiedad incontrolable de pisar el territorio regio, salir corriendo y
quedarme prácticamente varada por más de una hora frente a “La Lagartera” del
fenomenal Francisco Toledo, mi mejor amigo me había comentado de la escultura
sabiendo que visitaría la ciudad. Lo hice, tomé mi mapa, investigué cómo llegar
y después de pasar por trayectos desconocidos, llegué no solo a la magnífica
obra de arte, sino al Paseo Santa Lucía que viene siendo ante mis ojos un
espacio excepcional, rodeado de tres museos, uno de arte, uno de historia de
México y otro de dulce artesanal. Un solo día no es suficiente para ninguno,
Rubens por un lado, Mesoamérica y la conquista por el otro y el impetuoso sabor
del dulce mexicano en otro, después de eso lo entendí todo, Toledo necesitaba
rodearse de magia artística para plasmar perfectamente lo que sus manos le
suplicaban crear.
Un año le tomó para
culminarla, dos lagartos gigantes sobre lo que simula una laguna, más de diez
lagartos medianos y pequeños saliendo de un bonito oleaje, ranas y sapos
fervorosos por estar a las orillas para tomar el sol, cangrejos trepando
barreras acuáticas y sobre de ellos, un grupo infaltable de palomas que lo han
adoptado como punto de reunión. Mis emociones se multiplicaron en los 24 metros
de largo y los tres de altura que tiene el trabajo artístico. Sentí al escultor
en cada paso que di al rodearla, se sentó a mi lado en las gradas que colocaron
alrededor y me contó anécdotas de lo que para él fue crecer en aquel lugarcito
de Veracruz.
60 toneladas no bastan
para mostrar la grandeza de un fascinante artista como él, sin embargo se
acerca un poco y los que tienen la dicha de admirarla, espero sientan con cada
poro lo que yo al estar frente a ella. Desde hace 10 años es propiedad de mis
amigos descendientes de Don Gaspar de Zuñiga , conde de Monterrey en el siglo
XVI. Ciudad que sufrió fuertes daños durante los días revolucionarios pero que
hoy en día es una de las más fuertes de México, de lo cual Toledo aseguró en
cada gota que derramó al hacer tan magistral escultura.
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