La Serenissima


Eran las 4 de la mañana, la alarma sonaba para continuar con los sueños. Mi primera vez en el país que tanto había soñado. Lo que pasa por la mente se cumple, siempre y cuando lo desees con cada una de tus entrañas. Eran ya las 5:16 de la mañana, salíamos apresuradas para no perder lo que podría ser nuestro transporte a uno de los días más mágicos de nuestras vidas. Dejábamos la casa de Thuy, una chica de Vietnam que nos hospedó en su departamento de Milán. Dos horas y media de viaje nos esperaban. El reloj marcaba las 6 de la mañana, la plataforma seis con destino a Venecia, la aventura apenas comenzaba.

L’artista è colui che ha una costante percezione alterata della realtà.
-          Andrea Camilleri


Venecia era la última estación, pasamos más de diez pueblos, todo parecía un cuento de esos que tienen ilustraciones con toques delicados como los que Turner plasmaba en sus mejores atardeceres. Campos de cultivos de riso o mejor dicho de arroz por todas partes, Italia es uno de los principales países cultivadores de este cereal, más allá de ser magníficos elaboradores de vino y de un prosciutto que para el paladar de muchos es exquisito. Sin embargo nuestra visita era con otro objetivo, pisamos aquella estación ferroviaria que lleva por nombre Santa Lucia y al salir de ella nos instalamos sin remedio en una época del siglo V, cuando la ciudad rodeada de una laguna hipnótica, fue fundada por el imperio Romano.

Toques turquesa envuelven cada espacio, puentes perfectamente construidos para conectar a los habitantes, edificios en los cuales por departamento viven más de cinco personas porque las familias de allá tienen la costumbre de vivir en conjunto, compartimos el gusto de conservar a nuestro núcleo familiar con un buen número de integrantes. La ropa se tiende afuera de las ventanas, sin importar la afluencia excesiva de turistas que llega cada día. Aquí el turista es el invasor, ellos viven aquí, pueden hacer lo que quieran, guardemos moralismos en otra parte, por favor. Todas las calles transportan a un divino episodio de James Bond y la música que emerge de la lengua abraza constantemente al alma. 



Después de caminar por más de dos horas, nos encontramos finalmente con la calle que nos permitió acceder a la plaza de San Marcos que le daba protección a los civiles de los ataques de pueblos germanos. La Serenissima como mejor se le conocía en sus inicios, era una de las ciudades más pobladas del mundo con 180 mil habitantes y desde siempre ha sufrido de inundaciones avasalladoras por l’acqua alta o marea alta en primavera y en otoño, a pesar de que la visitamos a inicios de la primavera, disfrutamos de un magnífico día de 25 ° de temperatura sin sufrir alguna inclemencia. Caminamos entre el salón más bello de Europa, como lo dijo en algún momento el escritor Alfred de Musset, ladrillos de piedra volcánica oscura y piedra blanca lo conforman. El Campanario de la Basílica al fondo, el Palacio Ducal de frente y la Basílica en primer plano. 



Una góndola nos llevó alrededor del Gran Canal con un amigo fugaz de China, Chen que estudia en Oxford Ingeniería, el precio de poco más de 30 Euros por una vuelta de media hora, nos hizo sentirnos todavía más en un encanto perfecto y poco de ser difuminado. Empero, ¿qué pasa con los residentes? Viven irremediablemente de un turismo salvaje, su ciudad se ha ido despojando poco a poco de sus manos, los visitantes se han apropiado de su pizza, su gelato de tiramisú y su pasta artesanal. Mi Venecia fue perfecta, como en las películas, yo fui un transeúnte más pero mis amigos vénetos están padeciendo una de las peores inundaciones de su historia. 



Mi tren salió a las 8 de la noche a Milán pero sus góndolas intensifican su trabajo. Los turistas que llegaron hace una semana se van con el corazón destrozado, no obstante los que la habitan se sienten asfixiados. ¿Qué habría hecho Napoleón en estos momentos? ¿Qué sería de Casanova entre infinitas olas? ¿Habrá llegado ese bendito respiro de las masas turísticas o será un castigo?

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