Los Romero
Surgió la idea después
de ese sorbo de café que pretendía ser ideal, sin embargo su sabor nunca fue
filtro de atracción al paladar. Las doce del día, el horario perfecto para
comer, cuando me convencí de probar un sitio distinto, uno de los más clásicos
en nuestra ciudad. Presurosamente me dirigí a las enchiladas de los Romero, ubicados en San
Buena Aventura, a solo 15 minutos del centro de la ciudad. Aquí, son fervientes
cómplices de aquellos que desean curarse de aquel endemoniado sentimiento de
malestar después de una larga sesión de competencia de copas entre amigos.
Al poner pie adentro,
me encontré con el folclor de risas, de cantos e incluso gritos. Pareciera que
las tertulias en este sitio son una carta de presentación de Toluca y su gente.
El restaurante impone una división de grupos: en la entrada están los amigos
que a simple vista se juntan después de la escuela para degustar sus platillos.
Las mesas cuentan con más de diez sillas, lo que provoca la imposible
separación de éstos. No obstante, para los que vienen en pareja, la decisión se
pone un tanto complicada: “¿a dónde nos sentamos?” Unas tres veces seguidas se
escucha. Todo es como llegar a una fiesta típica de nuestros pueblos. Si son
afortunados, encuentran una mesa para cuatro y posiblemente en el fondo, donde
sin intensión, te vuelves juez del festival social que existe en el lugar.
En el medio están las
familias, donde celebran algún evento social. Las mamás con sus mejores ropas,
se perciben atentas y a la vez consternadas por sus pequeños que eligen -sin
temor al regaño- ir primero a los juegos que empezar a comer. Gritos de emoción
se escuchan en un pequeño carrusel que al parecer es donado y justo al fondo,
está el grupo de los que sin miedo, encuentran un momento para escaparse de las
garras laborales y se van a distraer un poco. Todo a la rítmica de la música
que sale de una rocola. Canciones que incitan el baile de cumbia y otras que son
apoyo de los que padecen aquel lamentable desamor o enamoramiento fugaz.
Los meseros son amigos,
familiares y conocidos de la Familia Romero, se dedican a atender las órdenes
de enchiladas que a simple oído prometen ser suculentas. La velocidad de unos y
el paso lento de otros, mientras yo esperaba debajo de la lona roja que nos
cubría de ese sol penetrante. De inmediato, me atendió con poca convicción un
muchacho, me ofreció la carta y me sumergí en ella. Órdenes de tres, cuatro y cinco
con una cama de frijoles, pollo, crema y queso, justa descripción para cautivar
el imaginario con apetito de cualquiera. Los precios van de $46 a $50, cuestión
que sorprende por lo barato que resulta a comparación de otros lugares. Pedí mi
orden de tres y sin pollo por ser vegetariana, esperando con seguridad
encontrar lo que leí.
Solo pasaron diez
minutos y al dar la primer mordida me encontré con un picor único, pocas veces
te encuentras con una salsa merecedora de conservar el picante misericordioso
del chile verde, el sazón era bastante peculiar, un tanto distinto a lo común,
acercándose a lo casero, a esa salsa que sin dudarlo está impregnado con
sutileza de caldo de pollo. Sin hallar esa cama de frijoles, decidí disfrutar
de cada bocado, la combinación entre la crema y el queso, hicieron que aquella
ausencia de frijoles no fuera catastrófica.
Al terminar de comer, admiré los
adornos de “antaño” del sitio: unas piñatas que indudablemente cuelgan desde el
año pasado. ¿Serán las ganas de retenerse a la época? O ¿Será el tedio de no
preocuparse por la imagen del restaurante? Como sea, entendí que aquí mientras
la rocola suene, las cazuelas rebosen y los barriles estén llenos de cerveza,
lo demás no importa.
Los Romero han sabido
enganchar a los toluqueños con sus alimentos. Las cocineras que te llevan hasta
tu lugar lo que pides, permite esa cercanía al proceso gastronómico que a pesar
de todo, se presenta en los más de 50 comensales que nos decidimos rodearnos de
lo que nuestros grandes anfitriones nos ofrecen. Los Romero.
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