Galway
Despertar
a las 5 de la mañana para tomar un autobús que nos lleve a una de las ciudades
más importantes y turísticas de la República de Irlanda.
-
¿Para qué
te levantas tan temprano? ¿Qué no el bus sale hasta casi las 7?
-
Sí pero
tengo que vestirme tranquila y no a prisas
Se dio la
vuelta y siguió durmiendo.
Mi
corazón bombeaba más rápido de lo usual. Había soñado con visitar Galway desde
hace un buen tiempo atrás, después de tanto por fin la espera había terminado.
Mi amigo se alistaba cuando yo trataba de tomarme una capsula de vitamina B que
tenía prescripta por 30 días. Salimos tarde, el agua de la tetera había hervido
más tiempo de lo contemplado, me quemaba la lengua y esperé desesperadamente a
que por milagro en 10 segundos se enfriara.
La cita
en la parada del autobús era a las 6:35, salíamos a las 6 del departamento que
se encontraba aproximadamente a 20 minutos de distancia, si es que no existiera
tráfico intensificado al ser el horario de entrada de la mayoría de las
escuelas. El transporte que nos dejaba a una calle de donde se encontraba el
autobús, llegó justamente a las 6:33. Inmediatamente que puse pie en la calle,
comencé a correr como si estuviera en una misión extraordinaria de rescatar a
víctimas por algún tipo de atentado. Ángel corría suavemente, considerando que
es un atleta veterano que ha entrenado durante varios años en su en su vida. Lo
que yo hacía con esfuerzo, él sin preocupación, lo hacía prácticamente
caminando.
-
To
Galway? Pregunté al único autobús detenido.
-
Yeah,
this is.
-
Thanks. Here is my ticket.
-
Take a sit, please. We're
off to go.
Acelerando
el paso arribó Ángel, sin preguntar nada entregó su boleto, estaba enojado por
mi impuntualidad, justa razón, evidentemente. Subimos a la parte de los asientos,
éramos pocos pasajeros, aproximadamente unos 20, teníamos casi cada uno dos
asientos para estirar las piernas y disfrutar enteramente del viaje, el cual
tomaría un poco más de dos horas y media. El autobús parecía del futuro, mi
costumbre a trasladarme en transportes un poco menos sofisticados hacían que me
sorprendiera de los dos bebederos con luz azul neón rodeándolos y conexión a
internet y a USB para cargar la batería del teléfono o cualquier otro gadget
similar.
El viaje
fue uno de los más cómodos de mi vida, los asientos parecían invitarte a
quedarte en ellos por más tiempo, el ambiente era tranquilo y el espacio que
teníamos era lo suficientemente cómodo para leer, escuchar música, dormir o
sencillamente apreciar el paisaje frío de la carretera.
Llegamos
un poco después de las 9 de la mañana. En el camino me decidí a buscar un tour
por la ciudad para conocer sobre su historia. Galway es un sitio fundado
alrededor del siglo 13. Por su ubicación fue un gran puente entre Portugal y
España, teniendo exportaciones e importaciones que beneficiaron a los
citadinos. Sin embargo padeció fuertes confrontaciones y las reglas impuestas
por el líder político Oliver Cromwell, quien afectó varias construcciones y
representaciones católicas como los templos del entonces pueblo. Su poder causó
tanto daño que se rompió el lazo entre los españoles y los irlandeses, teniendo
fuertes pérdidas de mercancías que entraban al lugar.
Mi primer
contacto con la ciudad me transportó a un fascinante cuento medieval, las
construcciones en su mayoría, tienen este estilo arquitectónico y los colores
de sus edificios irremediablemente te dan una satisfacción visual, que
desarrolla una fiesta de luces a los ojos. La estación de autobuses es
sumamente pequeña como la ciudad misma, al contrario de otras partes del país,
los habitantes de Galway se caracterizan por ser cálidos y sonrientes, cuestión
que es notable y hasta cierto punto celebratorio viniendo nosotros de un país
donde el gran porcentaje de sus residentes es similar.
Antes de
iniciar el recorrido, caminamos hacía una de las avenidas principales, encontrándonos
con un pub excelso, con más de 100
mesas y tres secciones dentro de él. Contaba con un sótano, la cocina, la parte
del bar, la parte trasera, una sección privada y otra donde solo parecía que la
gente se sentaba a tomar café. Cuando entramos, estábamos solamente cinco
comensales, haciéndonos sentir pequeños por su inmensidad. Ordenamos un
tradicional desayuno irlandés, que es conformado por dos huevos estrellados,
una salchicha, un pedazo de “moronga”, una papa frita, dos tiras de tocino, un
recipiente lleno de frijoles y dos rebanadas de pan tostado, el combustible
perfecto para no padecer hambre durante al menos dos horas, en tanto que el
clima es aventurero y por su baja temperatura, las calorías que ingieres las
deshechas rápidamente.
Un café
con leche nos sirvió una mesera de 20 años que planeaba estudiar una maestría
en medicina, nos contó que sus sueños iban más allá de permanecer como mesera
en un restaurante, evidentemente. Llevaba alrededor de un año fuera de su
ciudad y presumía con orgullo que su hermano trabajaba y vivía en Londres. Sin
mentir, fue una de las personas más amables que encontramos en la ciudad y en
Irlanda, su dulzura era inconmensurable y su sonrisa infinita me hacía pensar
que era una luz para todo el equipo de trabajo.
A las 10
de la mañana comenzamos el tour por los sitios más emblemáticos e importantes
considerados por su oficina de turismo. Nuestro guía era un señor a mitad de
sus cincuentas, quien a pesar del cansancio que mostraba, hizo el tour de
manera fugaz y precisa. A nuestro lado, camino una pareja de jubilados
canadienses, llevaban ya una semana en el destino y era su tercera semana en
Irlanda. Habían pasado dos en la capital, Dublín y durante el recorrido
compartimos anécdotas de museos, la prisión de Kilmainham, templos religiosos y
cementerios. Por primera vez en nuestros dos meses de estancia en el país,
habíamos encontrado a gente afecta a la cultura, coincidíamos en que Dublín es
mucho más que solamente pubs, es un riqueza literaria, histórica y artística
que poco se encuentra en otra parte del mundo.
El tour
duraba una hora y media, no obstante por motivos del clima, se acortó a menos
de una. Nuestro guía nos hizo recorrer las calles a una velocidad fantástica
que tuvimos que regresar al finalizar para hacerlo por nuestra propia cuenta.
Nos llovió más de veinte minutos, empero por la costumbre, ni una sola gota
afectó el gusto de nuestra visita. Entre información compartida de casas
medievales, calles infestadas de cantantes urbanos y bailarinas de "Irish"
nuestra visita se enriqueció. Los datos y la paciencia del guía no fue para
destacarse, sin embargo nos abrió la puerta de la curiosidad para indagar
lentamente y como es debido, a averiguar lo más que pudimos después de concluir
el recorrido.
Lo que
resalta y hace único a Galway es su cercanía con la Bahía, la cual ese día
tenía un abanico de diferentes tonalidades de azul que evocaron mis días en la
playa La Libertad en El Salvador, llena de piedras con apariencia de río y un
sol que se asomaba y se escondía cada cinco minutos. De pronto en mi mente se
generó una especie de similitud con México, ya que el destino cuenta con un
amplio patrimonio cultural, aunque sin decir de más, mi país sobresale en este
aspecto.
El
turismo aquí, es una de las fuentes económicas más importantes y ha ido
creciendo rápidamente en los últimos cuatro años. No obstante, me percaté que
la gente no tiene la preparación ni la disposición de atención a los turistas,
lo cual puede derivar en diversos problemas como: clientes insatisfechos,
ambientaciones simuladas en espacios antiguos, afectación al patrimonio
tangible, precios sumamente caros y una presión insoslayable de crear y crear
espacios turísticos sin una misión sólida.
Sin
embargo, a pesar de todo, mi visita a Galway fue extraordinaria, el mejor Fish
n' Chips lo comí aquí por la frescura de su pescado, aunque varios me aseguran
que no hay sitio mejor que comerlo que en Howth, del cual les escribo después.
Mi alma se llenó de regocijo sobre las calles que sin remedio están tapizadas
de magia y encanto Irlandés. La calidez de su gente y su cambio climático tan
dramático que a cualquier viajero con poca costumbre a él, no llegaría a
cautivar tanto, provocan que este sitio sea irremediablemente único.
Salimos a
las 6 de la tarde para Dublín, con la noticia de que habían robado el monedero
de una turista. ¿Afortunadamente no fuimos nosotros?
Comentarios
Publicar un comentario